Percy B. Shelley escribió: «Un hombre para ser altamente bueno, ha de imaginar intensa y comprensivamente; ha de ponerse en el lugar de otro y de muchos otros; las penas y los goces de sus semejantes han de ser suyos. El gran instrumento del bien moral es la imaginación». ¿Lo es? ¿Es ese el gran instrumento? Parece ya un lugar común afirmar que la ética tiene que ver con ponerse en la piel del otro. Pero, ¿qué significa eso en realidad? ¿Nos podemos poner de verdad en el lugar del otro? ¿Y será acaso suficiente con eso para saber lo que debemos hacer?

Este libro aborda la que a primera vista parece ser la forma éticamente más prometedora de ponernos en la piel del otro: la empatía. Pero explora asimismo los argumentos de la tradición racionalista en filosofía y en psicología moral, una tradición que insiste también en la importancia de adoptar la perspectiva del otro, una asunción ideal de roles, pero entendiéndola como un proceso cognitivo, no sentimental. Al final, la autora elabora toda una visión de la imaginación moral que va más allá de esa función, una imaginación tanto más necesaria en este siglo XXI caracterizado por la emergencia climática, las tecnologías disruptivas y tantos otros riesgos globalizados que demandan de nosotros, precisamente, los instrumentos de una ética de largo alcance.

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