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20/12/2024
Susana Monsó, filósofa: "El respeto hacia los animales pasa por no contarlos solo como historias de Disney"
- En 'La zarigüeya de Schrödinger', incluido en los mejores libros del año de The New Yorker, la exitosa autora reflexiona sobre la muerte de los animales.
A principios de octubre, en el Bioparc de Valencia, una chimpancé depositó sobre la hierba el cuerpo inerte de su cría, que había llevado con ella en todo momento para sorpresa de cuidadores y visitantes, dando fin así a un largo luto que había durado 7 meses desde el fallecimiento de su bebé. Natalia, así se llamaba el primate, no estaba sola en eso. En el verano de 2018, una orca llamada Tablequah acaparó la atención del mundo al acarrear durante más de mil millas a su cría muerta a cuestas.
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"Esto es algo que se da en muchas especies de mamíferos —cuenta la filósofa española Susana Monsó (Madrid, 1988), profesora de la UNED e investigadora, centrada en las habilidades sociocognitivas de los animales y sus implicaciones éticas—, pero hasta donde yo sé, el caso de Natalia es la vez que más ha durado, nunca había habido ocurrido un luto tan duradero, que se sepa".
Monsó, que publicó en 2021 La zarigüeya de Schrödinger (Plaza y Valdés), vive ahora un momento dulce en el competitivo mundo ensayístico anglosajón. Sus historias sobre cómo los animales viven y entienden la muerte han acaparado la atención fuera de nuestras fronteras en medios como The Guardian, New York Times, New Yorker o Wall Street Journal, donde ha sido entrevistada y recomendada por el humor que desprende y la mezcla que tiene el libro entre el lado más llano y divulgativo y el más intelectual de análisis filosófico.
Publicado en octubre en Estados Unidos e Inglaterra, acaba de imprimirse una segunda edición. "Está siendo apabullante –dice emocionada–, la primera se agotó en dos semanas".Traducido también al italiano y al ruso, a Monsó la han llamado, además, desde Alemania o Grecia para que comparta su experiencia.
Ha sido invitada a charlas y la cobertura mediática que ha tenido su libro le ha abierto puertas a colaboraciones académicas. El año pasado incluso participó en el evento organizado por la Universidad de Nueva York con motivo del 50 aniversario de Liberación animal, el clásico de Peter Singer.
Volviendo al caso de Natalia, esta no es una de las historias que la filósofa nos relata en su libro, pero podría serlo perfectamente. "Son casos que se ven mucho, pero no termina de haber una regla clara que lo explique —afirma—. La mayoría de las veces son las madres, pero a veces son los padres u otros individuos del grupo. Y, además, se alterna con distintos tipos de comportamiento. A veces se han visto casos incluso de canibalismo. Pero el consenso que está emergiendo apunta más a que sería una expresión de duelo materno".
Una estrategia evolutiva
Al contrario que las tortugas, que abandonan cientos de huevos en la playa a expensas de que cuando nazcan sobrevivan únicamente las que sean capaces de llegar por sí solas al mar, "los mamíferos, que tienen una estrategia reproductiva según la cual tienen pocas crías, dedican a éstas muchísimos cuidados para asegurarse de que la cría llegue a la madurez".
Para ello, cuenta la investigadora, "la evolución ha dotado a las madres de unos mecanismos mediados por hormonas que hacen que, por decirlo en términos muy llanos, tenga una necesidad muy fuerte de cuidar al bebé. Esta necesidad no desaparece en el momento en que se produce una muerte. Y por eso, en algunos países, se recomienda a las mujeres que han perdido al bebé en el parto que, al menos unas horas o un par de días, tengan la ocasión de cuidar del cadáver. Porque es muy terapéutico, aunque suene muy macabro".
Pero más allá del duelo, La zarigüeya de Schrödinger revela datos como, por ejemplo, que los elefantes sienten una particular curiosidad por los cadáveres. "No sabemos muy bien por qué, pero sí parece claro que es algo que les interesa mucho. Estos animales son muy buenos candidatos para entender bien la muerte, porque son muy inteligentes, viven en grupos sociales complejos y tienen vidas muy largas, así que van a tener un contacto directo con ella en más de una ocasión", explica Monsó.
"De hecho, recientemente se ha publicado un artículo sobre el descubrimiento de cinco cadáveres de bebés elefantes, enterrados en diferentes plantaciones de té en India —continúa—. No se sabe quién los ha enterrado, pero los autores especulaban que podrían haber sido elefantes, porque había algunas pistas que apuntaban esta posibilidad: los cadáveres mostraban signos de haber sido arrastrados por el suelo y se habían encontrado pisadas y excrementos de elefante por las zonas".
Todos habían sido enterrados de la misma manera, panza arriba y con las patas saliendo de la tierra. "Si hubieran sido humanos no se entiende muy bien por qué lo habrían hecho del mismo modo en cinco lugares geográficamente lejanos de India. Entre elefantes tampoco se conocía algo así antes, pero son animales muy sociables y algunos estudiosos han comentado que a lo mejor estamos viviendo el nacimiento de una tradición entre estas poblaciones de animales".
Humanizar a los animales
No obstante, y por mucho que nos apasionen estas historias, Monsó alerta de la tendencia cada vez más habitual a atribuir rasgos humanos a los animales. "Hay dos direcciones opuestas. Por un lado, los científicos tienen mucho miedo a la antropomorfización de los animales y ponen un cuidado excesivo. Se utilizan términos más asépticos —relaciones afiliativas o conductas prosociales, en lugar de amistad o moral— como una manera de protegernos de esta tendencia que el ser humano no puede evitar. Esto contrasta con lo que vemos en las redes sociales, sobre todo en sitios como YouTube o TikTok donde se comparten un montón de videos de animales que se interpretan en términos humanos. Incluso es muy típico en WhatsApp compartir stickers de animales que parecen que bailan o muestran una emoción para expresar nuestro estado de ánimo".
Algo que también ha notado entre sus lectores. "Hay un gran contraste entre cómo reciben mi investigación los científicos, que se aproximan con escepticismo en general, y cómo la recibe el resto de lectores. A ellos les encantan estas historias y quieren creer que los animales tienen relaciones muy complejas con la muerte. Por ejemplo, cuando publicaron mi entrevista en The Guardian, había como 250 comentarios de historias que los lectores habían vivido con animales en duelo. La gente enseguida se entrega a creer, como con los ovnis", opina. "Muchas veces me preguntan por los ritos o los funerales de los cuervos y yo no creo que haya rituales en animales a pesar de que desde nuestra óptica humana pueda parecerlo".
Aunque todos hemos escuchado historias de animales que extrañan a las personas que los han cuidado, como la historia de Hachikō, el perro japonés que volvía todos los días al sitio donde le recogía su dueño, a pesar de que se había muerto hacía 9 años. "Hay que tener cuidado de no romantizar en exceso a los animales —insiste Monsó—. La verdad, no sé cuánto de cierto habrá en esa historia, pero creo que el respeto hacia los animales pasa también por ahí. La gente piensa que para respetarlos y quererlos hay que contar solo historias de Disney. Y yo creo que no, que hay que respetarlos en todo su ser, con sus luces y sus sombras, y entender que hay cosas que a nosotros nos pueden chocar, pero que puede tener perfecto sentido desde el punto de vista animal".
Historias como la del perro que, en 1997, confundió a un hombre alemán "con un tentempié" y empezó a comerse su cara. No es un caso tan aislado como pueda parecer. Algo parecido contaba en ¿El gato se comerá mis ojos? (Capitán Swing), la directora de una funeraria, Caitlin Doughty. "No, el gato no se comerá tus ojos. Por lo menos al principio", decía de broma antes de contar la historia de una mujer alcohólica, a la que su perro, un setter rojo, solía despertar lamiéndole la cara y dándole pequeños mordisquitos. "Al morir la mujer —contaba la escritora—, descubrieron que le faltaba carne de la nariz y la boca".
"Yo creo que los gatos son distintos. Todos somos conscientes de que los felinos nos ven como la máquina que les da de comer y les da mimos, pero que tampoco nos tienen tanto cariño. Con los perros nos choca más —bromea Monsó—. Y realmente es un fenómeno bastante común, tanto en unos como en otros, y en muchos casos se da en las primeras 24 horas, teniendo el animal acceso a otras fuentes de comida. Es decir, no es una cuestión de hambre. La raíz del comportamiento es una reacción de angustia ante la falta de respuesta, es el amor por la persona. En el caso de los perros, la mayoría de las veces lo que se comen es la cara, en un intento de reanimar al humano, y por eso se centran en la cara que es nuestro centro comunicativo", explica.
Implicaciones éticas
De gatos a perros, pero también de insectos, Monsó nos contagia de su fascinación por el mundo animal. También las hormigas reaccionan ante la muerte e, incluso, entierran a sus congéneres. Aunque hecha la ley, hecha la trampa. "Hay comportamientos que vienen de serie y que se disparan ante determinadas feromonas que desprenden los cadáveres o determinados químicos que se producen con la descomposición. No hay casos donde se vea una reacción cognitiva o una variabilidad a nivel individual. Pero, aun así, es bastante alucinante porque siguen algunas reglas. Si el cadáver se encuentra fuera del nido lo ignoran, mientras que si está dentro lo sacan. Si no lo pueden sacar por alguna helada o algo así, lo entierran dentro del nido, pero si no lo pueden enterrar se lo comen".
"Tienen distintas reacciones, pero al mismo tiempo no es que la hormiga tome estas decisiones porque entienda que está muerto. Son comportamientos iniciados de manera automática ante determinados químicos que detectan. De hecho, hace poco salió un estudio que mostraba que las hormigas de cierta especie son capaces de llevar a cabo amputaciones de las piernas de sus compañeras cuando estas están heridas. Es algo muy robótico", sostiene.
Interesada en descifrar la mente animal por el mero hecho de saber cómo reaccionan, Monsó reconoce que también tiene implicaciones éticas en el hecho de luchar contra esa visión del ser humano como el sumun de la creación. "Cada vez que descubrimos manifestaciones de capacidades que son únicas del ser humano en otros animales, estamos ayudando a luchar con esta concepción. Y eso es algo que me parece importante, sobre todo en este escenario de emergencia climática. Tenemos que bajar de nuevo los pies a la tierra. Y el hecho de que los animales puedan entender o no la muerte puede tener algunas implicaciones en ese sentido y también nos puede ayudar a lidiar con nuestra propia angustia existencial", concluye.
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Fuente original: https://www.elespanol.com/el-cultural/letras/20241208/susana-monso-filosofa-respeto-animales-pasa-no-contarlos-solo-historias-disney/906409840_0.html