Diversidad étnica y conflicto en América Latina. Volumen III

La migración, tan antigua como la humanidad, cambia, se modifica y adapta según las circunstancias económicas, sociales, políticas de los países emisores y receptores. En América Latina, en las últimas décadas del siglo XX, las crisis sociales y económicas propiciaron el incremento de los movimientos migratorios, a tal grado que los gobiernos han manifestado su preocupación por las altas tasas de migración rural-urbana y han introducido políticas encaminadas a influir sobre el flujo de los migrantes. El ir y venir de los campesinos, en su mayoría indígenas, y de los obreros pobres que se desplazan en busca de trabajo, constituye un fenómeno de enormes proporciones. En los países industrializados, la migración internacional ha cobrado nuevas formas, al convertirse en un proceso dinámico y autosostenido. Un buen número de inmigrantes optan por quedarse y establecerse definitivamente en el país de destino y las autoridades se quejan por los gastos de vivienda, educación y salud; y el crecimiento significativo de inmigrantes ilegales propicia gastos en las medidas necesarias para reforzar la seguridad. Los países receptores han creado políticas restrictivas para evitar gastos al erario público, y al no poder solucionar el problema surge el racismo como una respuesta a la permanencia de inmigrantes. Estos cambios, sobre todo al menor rotación y mayor continuidad que ya se puede calificar como una pauta comprobada de las migraciones del fin de siglo, han reforzado la ideología negativa de los autóctonos respecto de la inmigración.